El lenguaje es maravilloso. Aunque sirva a veces para nombrar cosas malas. Estos días estamos todos pendientes de la erupción del volcán de La Palma, que como sabéis está creando la alarma en esta isla y dejando sin hogar a mucha gente.
Pero también nos está enseñando cositas. Lo primero de todo, que la naturaleza manda sobre nosotros y que hay que respetarla. Y además, nos está enseñando nuevas palabras que enriquecen nuestro idioma.
La más curiosa y llamativa de las que habréis oído estos días es esta: “malpaís”. Es de origen guanche, que es el idioma que hablaban los habitantes originarios de las Islas Canarias. Y significa, pues eso, mal país. Es como se denomina a cómo se queda el terreno después de una erupción, cuando la lava se enfría. Mola la palabra, pero no lo que representa, porque esta pobre gente que allí vivía se va a quedar sin poder cultivar sus tierras.
Hay otros términos que cambian su significado cuando se emplean referidos a una erupción volcánica, como el caso de “colada”, que seguro habréis oído estos días, y que no se refiere a la ropa tendida del vecino, sino a la lava que procede del volcán y que va avanzando por las laderas, corre que te corre, como si fuera un río, hasta llegar al mar.
También está bien que aprendamos a distinguir entre magma y lava. Ambas se refieren a la roca fundida que sale de los volcanes, pero se le llama magma cuando está en el interior de la tierra, ahí atrapadita todavía, y lava cuando sale al exterior.
Luego hay palabros más científicos, que suenan muy bien y son muy bonitos, pero que tampoco es que se refieran a cosas bellas, la verdad. Por ejemplo, los “piroclastos”, que son los materiales sólidos que salen despedidos al aire tras una erupción, y que pueden ser muy peligrosos. Dentro de los piroclastos estos, distinguimos, según el tamaño, las cenizas, el lapilli o las… ¡bombas volcánicas! que, como os podéis imaginar, son los más grandotes.
Y, por último, si oís hablar del IEV no penséis que os vamos a cobrar un nuevo Impuesto sobre el Empolle de los Volcanes por haber leído y estudiado este artículo. Se trata del Índice de Explosividad Volcánica, que es la medida que se utiliza para establecer la magnitud de una erupción. Y que en el caso de la de La Palma, por suerte y hasta el momento, dicen los científicos que es bajito.