Estos días la luna lunera nos está dando mucho juego. En algunas zonas del mundo (en España no) han podido contemplar un eclipse lunar total. Y desde todo el planeta hemos podido ver una superluna. Esto último es porque la luna estaba en el perigeo, que es como se llama el punto de su órbita en el que está más cerquita de la Tierra. Por eso la vemos más grande.

Como la órbita de la Luna sobre la Tierra es elíptica, no redonda, hay dos momentos destacados: uno es el perigeo. Y el otro, el contrario, es el apogeo, que es cuando está más lejos de la Tierra y la vemos más pequeñita.  Fuera de la astronomía, empleamos el sustantivo “apogeo”  para indicar el punto culminante de un proceso (“Fulanito está en su pleno apogeo”, decimos).

Por si fuera poco, hemos podido ver una Luna de color rojizo, lo que popularmente se conoce como “Luna de sangre”. Eso es por el efecto de la luz del Sol después de atravesar la atmósfera de la Tierra. Parece todo un poema de Lorca:

Fulanito, Fulanito,
huye ya del perigeo,
deja tu sangre en la luna
que el eclipse no lo veo.

Vale, sí. El poema es malo y nos lo acabamos de inventar. Pero si es cierto que los humanos sentimos verdadera fascinación por la Luna. Además de los perigeos, lo apogeos, los eclipses, la mareas, etc. inventamos palabras para describir nuestras sensaciones relacionadas con ella.

Seguro que todos os habéis parado alguna vez a contemplar la belleza del reflejo de la luna en el mar. Ese caminito blanco que se forma en el agua y que parece que tiembla, por el efecto de las olas. ¿Sabíais que en sueco existe una palabra para describir esa sensación?: “mangata”. Se cuenta en “Lost in Translation”, un libro muy recomendable de Ella Frances Sanders, con ilustraciones muy bonitas, que recoge palabras de varios idiomas que son casi casi intraducibles.

Pero no hace falta irse tan lejos. En realidad, en español existe el verbo “rielar”, que al parecer lo inventó un famoso escritor, José de Espronceda, al que todos conoceréis por aquello de… (hoy estamos muy poéticos):

Con diez cañones por banda
viento en popa a toda vela…

Pues en uno de los versos de “La canción del pirata”, que es como se llama este poema, Espronceda decía “la luna en el mar riela”. Y utilizaba el verbo “rielar” para definir el famoso efecto tembloroso del reflejo de la luna sobre el agua. Es curioso que nadie había utilizado antes el verbo “rielar”. Y por eso se piensa que lo inventó Espronceda él solito. Tal vez incluso porque metió la pata y se equivocó de verbo, no se sabe bien.

El caso es que a partir de entonces se emplea “rielar”, según dice el diccionario, para referirse a “resplandecer o brillar con luz trémula una cosa”. Pero es un verbo que se emplea muy poquito salvo para referirse a eso, al reflejo de la luna lunera en el agua.

Pues eso, que los terrícolas estamos fascinados por la Luna. Y los lunáticos y los marcianos… ¿estarán igual de fascinados por la Tierra? Yo recuerdo una fotografía que había en mi casa cuando era pequeño que me llamaba mucho la atención: era la Tierra vista desde la superficie de la Luna. ¡Era fascinante!

Su recuerdo siempre me hace reflexionar sobre nuestra admiración por la Luna mientras que tratamos tan mal y cuidamos tan poco de nuestra Tierra. ¿No creéis que, si la pudiéramos ver a diario desde el espacio, entenderíamos que es tan chula o mucho más que la Luna y la admiraríamos tanto o más?

El día que seamos verdaderamente conscientes de lo bella que es la Tierra, nuestro hogar, le escribiremos poemas e inventaremos palabras sobre ella, como hacemos con la Luna. Y, sobre todo, empezaremos a cuidarla y a tratarla como se merece. Que falta le hace a la pobrecita.

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