Cada vez es más evidente que en el mundo se está vacunando contra el bichito de la covid-19 a dos velocidades: una, bastante rápida, la de los países ricos, y otra, muy muy lenta, la de los pobres.
Según los datos de la ONG Save The Children, los países más ricos del mundo cuentan con el 70% del suministro de vacunas. Es decir, casi todas. Mientras, el resto de países todavía está luchando por lograr vacunar porcentajes muy pequeños de su población.
¿Y esto nos tiene que parecer bien? ¿Es que nos toman por tontos?
Por eso se está empezando a hablar ahora de liberalizar las patentes de la vacunas. Lo piden los países más pobres y muchas organizaciones. Pero, ¿que son las patentes y qué supondría su liberalización?
Supongamos que mañana te despiertas inspirado y se te ocurre inventar, yo que sé, un teletransportador de materia. Es decir, un aparatito que te permita enviar a tu primo, que vive en Villar de Cañas, provincia de Cuenca, un jamón de Jabugo. Que tú le des a “enviar” y que el jamón, enterito, le aparezca a tu primo en su cocina en cuestión de segundos, como quien envía un washap.
Pues si lo consigues, date prisita y patenta el invento. Porque una patente es un derecho exclusivo que se te concede a ti, y a nadie más, sobre tu pedazo de invento. El que sea… un coche, una avión, tu teletransportador o… una vacuna.
La patente la concede un organismo oficial, es decir, que es válida sí o sí. Cuando tienes la patente, tienes el derecho a decidir si quieres que tu invento pueda ser utilizada por otros y, en tal caso, de qué forma. Es decir, te protegería de que nadie te copie y se aproveche de tu invento si tú no quieres. Eso te serviría para hacerte con un buen dinerito para el resto de tu vida. Y te premiaría por haberla inventado, que también es justo, porque el invento lleva su trabajo.
Pero, ¿qué ocurriría si tu invento sirviera para salvar vidas en una situación tan delicada con una pandemia? Entonces, tal vez habría que plantearse liberalizar la patente. Es decir, que todo el mundo pudiera conocer cómo funciona tu aparato, cuál es su secreto e incluso, fabricar aparatos iguales y hacerlos llegar a todo el mundo más rápidamente.
Pues resulta que las vacunas contra la covid-19 también tienen patentes. Y eso está haciendo que haya determinadas empresas y determinados países, los que van más avanzados en su fabricación, que tienen un control casi absoluto sobre el proceso de vacunación.
Quienes están defendiendo liberalizar las patentes de las vacunas creen que las patentes impiden que las vacunas lleguen con más rapidez y eficacia a los países más pobres. Y que liberalizarlas facilitaría que estos países con menos recursos pudieran también producir sus propias vacunas, pues podrían acceder a la tecnología y al conocimiento necesarios para hacerlo.
Parece muy sencillo, pero en realidad todo es muy complicado. Para empezar, existen muchos intereses, sobre todo de la empresas y los países que ahora están fabricando. Estos dicen que claro, que el invento de la vacuna les ha llevado su tiempo, sus gastos, su trabajo, su dedicación… y que no van ahora a dejar que otros se aprovechen de su trabajo.
Y que también existe el riesgo de que la fabricación de un producto tan delicado al final sea un caos, y que acabe habiendo vacunas por ahí que no sean ni eficaces ni fiables.
¿Cuál es la solución? Pues no queda otra que entre todos llegar al mejor acuerdo posible. Pero está claro que dando prioridad absoluta a que las vacunas lleguen lo antes posible no solo a los países ricos, sino a todo el mundo.
¡Que tampoco nos tomen por tontos!