Estamos todos esperanzados con la vacuna de la covid-19, que parece que va a ser la solución al dichoso bichito que nos lleva dando la lata ya un año. Pero ahora surge una duda importante en la que habría que ir pensando un poquito, y es su desigual distribución en todo el mundo. Es decir, que los países ricos están ya disponiendo de ella, pero que a los países pobres todavía no ha llegado. ¿Tiene solución el asunto o estamos, una vez más, sometidos al poder de la economía? ¿Es la vacuna insolidaria?
Un reciente informe realizado en una universidad americana dice que aunque los países considerados ricos suponen solo el 16 por ciento de la población mundial, se han agenciado ya el 60 por ciento de la dosis de vacunas disponibles. Es decir, que aunque son pocos, se lo están llevando casi todo.
Como consecuencia, ahora mismo se calcula que cerca del 90% de la población en casi 70 países de bajos ingresos tendrán pocas posibilidades de vacunarse contra la covid-19 durante este año. Y ya veremos el siguiente.
¿Qué supone esta desigualdad? En primer lugar, un fracaso moral: los ricos -entre los que podemos incluirnos los españoles, aunque a veces no lo parezcamos- estaremos contentos y tranquilos porque parece que vamos a tener vacunas y las gente va a dejar de morir. Y lo pobres… ¡allá que se las apañen! Allí, el coronavirus seguirá provocando más y más muertes.
Y en segundo lugar, ya poniéndonos en plan egoísta, una mala distribución es, al final, peligrosa para todos. El virus no se detendrá, seguirá propagándose entre los países que no tengan vacuna. Y lo que es peor, probablemente mutando y preparándose para volver a atacarnos a todos, tengamos o no vacunas. Nuestra falta de solidaridad se nos volverá en contra y ¡nos estará bien empleado!
¿Qué soluciones existen? Hay en marcha un plan llamado Covax, una iniciativa global de las Naciones Unidas, que tiene como objetivo garantizar una distribución equitativa de las vacunas entre todos los países, ya sean ricos o pobres. Pero este plan, como ocurre tantas y tantas veces, deja mucho que desear y no parece estar funcionando con la rapidez y la eficacia esperadas.
Así que tal vez la única y verdadera solución será que los países ricos seamos un poco más responsables y, sobre todo, solidarios. ¿Es mucho pedir?