Con esto del coronavirus, ultimamente todo son malas noticias. Además de los problemas de salud, sobre todo de la cantidad de gente que está muriendo, están las consecuencias económicas, que ya sabemos que van a ser muy duras. Pero, ¿existe alguna consecuencia positiva de que el dichoso bichito haya llegado? Pues sí, una por lo menos sí: que con el confinamiento y con quedarnos en casa se ha reducido la contaminación, sobre todo en las grandes ciudades. Necesitamos urgentemente que alguien nos hable de esto y nos dé una alegría. Así que hemos buscado a la persona más optimista de entre todos nuestros colaboradores: nuestra querida Ani Madísima.
– Hola Ani, ¿cómo estás?
– ¡Animadísima!
– Me alegro. Oye, ¿puedes contarnos cuáles están siendo las consecuencias para el medio ambiente de que nos hayamos quedado tanto tiempo en casa?
– Pues, por ejemplo, que si miras para arriba, no se ven aviones volando. El azul del cielo es ahora superbonito.
– Eso es verdad.
– Y si miras para abajo, lo mejor es que hay muy poquitos coches en las ciudades. Yo paseo relajadísima.
– ¿Y ello qué supone?
– Pues que los coches no te atropellan tan fácilmente cuando vas mirando para arriba buscando los aviones.
– ¡Digo para el medio ambiente!
– ¡Ah! Pues supone un desplome histórico de las emisiones de algunos de los principales contaminantes de la atmósfera, como el dióxido de nitrógeno y de dióxido de carbono. ¿A que lo he explicado megabien?
– La verdad es que sí. Y entonces por eso ahora no se ve la boina.
– No. Si yo no llevo nunca boina. Algunas veces me pongo un pañuelo superbonito, pero nada más.
– Me refiero a la boina de la contaminación. Esa nube oscura que se ve sobre las ciudades provocada por los gases contaminantes.
– Ah. Es verdad. Esa ya no se ve desde que nos hemos metido en casa. Y están más guapas sin boina las ciudades.
– ¿Y qué crees que pasará cuando volvamos a la normalidad? ¿Habrá servido de algo toda esta mejora en el medio ambiente o volveremos a las andadas?
– Yo espero que sí que sirva, porque todos los expertos coinciden en advertirnos de que los niveles de emisiones de antes de que llegara el bichito, con nuestro modelo energético, eran insostenibles.
– ¿Y qué hacemos?, ¿cambiamos las fuentes?
– No hombre, las fuentes no tienen nada que ver. El agua sigue saliendo muy riquita y superlimpita.
– No, si digo las fuentes de energía.
– Ah. Eso sí. Deberíamos ir pensando en abandonar, o al menos reducir al máximo, los combustibles fósiles.
– ¿Cuáles son los combustibles fósiles?
– Por ejemplo, el carbón, el petróleo y el gas. Son un poco cochinos y contaminan mucho. Y cambiarlos por otras fuentes de energía mucho más guays.
– ¿Como por ejemplo cuáles?
– ¡Las energías renovables! ¡Esas sí que molan!
– ¿Y cuáles son, Ani?
– La energía hidráulica, que se obtiene… ¡del agua!; la energía eólica, que se obtiene… ¡del viento!; o la energía solar, que se obtiene… ¡del sol! Esta última era superfácil, ¿eh?
– ¿Y qué tienen de bueno las renovables?
– Pues que, como su propio nombre indica, además de no contaminar, se renuevan ella solitas, no se agotan y las tenemos ahí mismo, en la naturaleza. ¡Son superguays!
– ¿Y podremos hacer más cosas, aprovechando lo que hemos aprendido en esta crisis?
– Sí. Hay costumbres guays que estamos adquiriendo ahora y que convendría mantener, como el teletrabajo, el uso de la bici, el ir andando a los sitios y coger menos el coche… ¡Mola!
– ¿Y tú crees que ese cambio va a ser fácil?
– Espero que sí. Yo, por, lo menos, sigo estando ¡animadísima!