La historia de Abdullah y su hija Salwa se ha hecho viral y es ya famosa en todo el mundo gracias a un vídeo. Se trata de una familia siria que huye de la guerra que empezó en este país en el año 2011. En su casa se oyen bombas y más bombas caer. Para que la niña no se asuste, su padre le ha dicho que se trata de un juego muy divertido. Te contamos la tierna – y también triste – historia de Salwa, la niña a la que su padre engaña para hacerla feliz. Y de paso, te explicamos las claves de la guerra de Siria. Una guerra que, como todas, resulta inexplicable.
¡ACTUALIZACIÓN!: Salwa y su familia han logrado salir de Siria. Han cruzado la frontera y se encuentran a salvo en Turquía como refugiados.
La pequeña Salwa tiene cuatro años y vive en Siria, un país devastado por una guerra que dura ya nueve largos y duros años. En su corta vida, Salwa, como otros muchos niños sirios, no ha conocido la paz. En este tiempo, se habla de alrededor de medio millón de víctimas y de millones de personas desplazadas de sus hogares como consecuencia de la guerra.
Pero Salwa se parte de la risa con el juego que le propone su padre, que se podría llamar algo así como “bomba o avión”. Al oír el ruido de los proyectiles acercarse, el padre pregunta a la niña: ¿es bomba o avión? Si es bomba cuando explote hay que reírse. Y la pequeña se parte de la risa porque al final resulta que sí, que suele ser una bomba.
Salwa se lo toma todo como un divertido juego, porque su padre le dice que las bombas son de mentirijilla. ¿Habéis visto la peli “La vida es bella”? El protagonista, que estaba encerrado con su hijo en un campo de concentración nazi, hacía lo mismo y engañaba al pequeño diciéndole que todo era un divertido juego.
Lo que Salwa no sabe, y su padre no quiere que sepa, es la cruda realidad: que solo en los últimos tres meses, unas 900.000 personas, la mayor parte de ellas mujeres y niños, han huido de sus hogares tratando de alejarse de las bombas y de sobrevivir entre el frío, la lluvia y la nueve, desplazándose hacia zonas cada vez más reducidas.
Una de esas familias que tuvieron que dejar su hogar es la de Abdullah y Salwa. Ahora viven más al noroeste, cerca de la frontera con Turquía, pero su nueva ciudad también está siendo ya bombardeada.
La guerra en Siria comenzó en 2011, como consecuencia del cada vez mayor número de manifestaciones y protestas en las calles porque la gente estaba muy descontenta con el régimen del presidente Bachar el Asad. Y a medida que aumentaban las protestas, se iba también intensificando la represión del Gobierno.
Entre los opositores había numerosos grupos con muy variados intereses, y eso hizo que los enfrentamientos se fueran haciendo cada vez más complejos. Por si fuera poco, entraron en juego los extremismos religiosos y los grupos terroristas. Y al final, también las potencias internacionales, apoyando a unos o a otros según sus intereses. Estados Unidos y Rusia, por ejemplo.
Todo ello ha sumido al país en un verdadero caos de consecuencias dramáticas. En este terrible panorama de desolación, la historia de la pequeña Salwa es un esperanzador ejemplo de la eficacia de dos poderosas armas que nunca deberíamos dar por perdidas: la inocencia y la imaginación.