Quienes seáis seguidores de las Tortugas Ninja, sabréis que los cuatro superhéroes llevaban nombres de artistas del Renacimiento italiano: Miguel Ángel, Rafael, Leonardo y Donatello. Los dos primeros – los artistas, no las tortugas – han sido noticia estos días porque se celebra el quinto centenario de la muerte de Rafael. El artista, no la tortuga. Se cuenta que Miguel Ángel y Rafael – los artistas, no las tortugas – rivalizaron hace quinientos años por el protagonismo de sus obras dentro de la famosa Capilla Sixtina, una de las creaciones artísticas más importantes del mundo. Al parecer, Miguel Ángel tenía celos de Rafael, e hizo que quitaran de allí sus tapices para que su obra brillara con luz propia. Ahora, para celebrar el aniversario, se han vuelto a colgar los tapices de Rafael en su sitio original. Como se entere Miguel Ángel, le hace una llave ninja y le deja seco. La tortuga, no el artista.
A principios del siglo XVI, Rafael realizó diez espectaculares y enormes tapices para decorar la parte inferior de las paredes de la Capilla Sixtina. Competía así con los frescos de Miguel Ángel, que decoran la bóveda y las paredes principales de la capilla y que reflejan la creación del mundo y el juicio final, entre otras escenas bíblicas.
Al parecer, a Miguel Ángel no le hizo ni pizca de gracia el asunto y le entró un ataque de celos. Le debió de decir al Papa algo así como que los tapices de Rafael serían muy monos, pero que mejor los podría colgar Su Santidad en su habitación. Que la Capilla Sixtina era para sus frescos y punto pelota.
“¡Tú si que eres un fresco, Miguel Ángel!. ¿Y qué hago yo con los posters de Messi y de Billie Eilish, con lo bien que me quedan junto a la imagen de Santa Teresa?”, debió de pensar el Papa ante la propuesta del artista. El caso es que a la habitación del Papa no, pero se llevaron los tapices de Rafael al Museo Vaticano, donde han permanecido hasta ahora, salvo algún breve regreso a la Capilla.
Se dice que Miguel Ángel – el artista, no la tortuga – tenía sobrados motivos para estar celoso, porque el tal Rafael -el otro artista, no la otra tortuga – era lo que se dice un tipo brillante. Y sus tapices, una verdadera joya del Renacimiento. Para elaborarlos, Rafael pintó primero las escenas sobre unos cartones, que fueron tomados luego como modelo para tejer la obras en un famoso taller de tapices de Bruselas.
Los tapices, que llegaron finalmente a Roma entre 1519 y 1521 y que medían cinco metros de largo por tres de ancho, estaban bordados con hilos de oro y plata. Y costaron una pasta gansa. Se dice que hasta cinco veces más de lo que cobró Miguel Ángel por su trabajo.
Ahora, para celebrar el aniversario, los tapices volverán a estar expuestos durante estos días en la famosa Capilla Sixtina, que se llama Sixtina por el Papa Sixto IV, que fue quien ordenó su restauración. Si la hubiera ordenado el Papa Clemente, se habría llamado Clementina, como las mandarinas. Y si hubiera sido el Papa Carolo, pues Carolina. Como mi prima.
La Capilla Sixtina está hoy considerada como una de las grandes obras de arte de toda la historia de humanidad, y durante esta semana su valor artístico resultará aún más incalculable que nunca al volver a juntar en sus paredes las obras de Miguel Ángel y Rafael. Los artistas, no las tortugas.