Seguro que habéis oído a más de un adulto protestar por los impuestos. Se acaba de publicar una encuesta sobre qué opinan los españoles de los impuestos que pagan. Algo más de la mitad opina que paga más impuestos de los que debiera. Un 36,2 por ciento se queda en un vale, bueno, no está mal. Y una pequeñita parte, un 5,4 por ciento, cree que pagamos poca cosa. ¿Sabes qué son los impuestos, para qué sirven y cómo se pagan? Ponte cómodo, ten a mano los ahorrillos que tengas y… prepárate para la que se te viene encima. Porque tú…, sí, tú…, tú también pagas impuestos.
Los impuestos son las aportaciones de dinero que hacemos todos los ciudadanos/as para que luego los gobiernos, comunidades autónomas o ayuntamientos (es decir, lo que llamamos la Administración) nos puedan ofrecer servicios públicos que nos beneficien a todos. ¿De dónde te crees que sale si no el dinerito para mantener hospitales y colegios públicos, autobuses y metro, recogida de basuras, etc.? ¿Caído del cielo? Vamos anda…
Imagina que en tu país hay una hucha con forma de cerdito – o de Papá Noel, da igual – que sirve para cubrir todos esos gastos. Esa hucha la rellenamos entre todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Pero claro, para que la cosa sea lo más justa posible, un buen sistema de impuestos debe garantizar que quien más tenga pague un poco más. Y quien menos tenga pague un poquito menos. Pero que al final todos obtengamos los mismos servicios. Es una manera que tienen los gobiernos de que la sociedad sea solidaria y lo más igualitaria posible.
¿Y que pasa si no pagamos impuestos? Pues lo primerito de todo que la hucha se vacía. Para que eso no ocurra, existe un método, que se llama sistema fiscal, que asegura que todas las personas que obtienen ingresos, por trabajo o por lo que sea, o tienen posesiones, un piso o un coche por ejemplo, paguen impuestos por ello. Para pagar su impuesto, a los trabajadores se les quita directamente de su sueldo una cantidad, y así no hay posibilidad de hacerse los remolones.
No obstante, hay varios tipos de impuestos. Distinguimos principalmente entre impuestos directos e impuestos indirectos. Como las faltas en el fútbol.
Los impuestos directos son aquellos que pagamos dependiendo de nuestro sueldo, nuestras posesiones o algún tipo de ganancias que recibamos. No tienen vuelta de hoja: si tenemos, pagamos. Si tenemos más, pagaremos mas. Si tenemos menos, pagaremos menos. Por lo general, los pagan solo las personas adultas, con trabajito, coches, casas, etc. El más conocido es el IRPF, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. Que aunque se llame así, no depende de tu forma física, machote. Aunque estés hecho una piltrafilla, lo vas a pagar igual porque te lo quitan de lo que ganas en el trabajo.
Los impuestos indirectos, en cambio, dependen del consumo que hagamos, seamos mayores, pequeños o medianos. El caso más conocido es el del IVA, el Impuesto sobre el valor Añadido. Seguro que lo habéis pagado más de una vez, porque nos lo quitan cada vez que compramos algo. Por ejemplo, unas entradas para ir al cine. Y aunque se llame así, no depende de que te hayas enterado o no de qué iba la peli. Que un “IVA” es con v y el otro “iba”, con b. ¡So melón!