Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, detrás, un dos tres… Suena un poco rancio, pero era un bailecito muy popular hace la tira de años que se llamaba la Yenka. Esa división tan marcada entre izquierdas y derechas (un pasito a un aldo, un pasito al otro…) es una de las causas de que esté costando tanto llegar a un acuerdo para la formación de Gobierno en España. Más les valdría a nuestros políticos olvidarse de la Yenka y ponerse a trabajar “con altura”, al ritmito de la Rosalía.
Los cronistas cuentan que el origen de los términos “derecha” e “izquierda” en política está en la Asamblea Nacional francesa, cuando allá por 1789 los partidarios de dar mayor poder al rey y a los estamentos privilegiados se colocaban a la derecha y los partidarios de lo contrario, a la izquierda.
Ha sido una división que después, con diferentes matices, se ha mantenido en la mayor parte de sistemas políticos de medio mundo. En el caso de España siempre ha estado muy marcada, y aun nuestro sistema político actual, tan rancio o más que la Yenka, se basa todavía en gran medida en esta distinción. Partidos como PP, Ciudadanos y Vox se sitúan a la derecha o cerca de ella, y otros como PSOE y Unidas Podemos, lo hacen a la izquierda. Y de ahí no los mueve ni el Tato: “Esto es pa que quede, lo que yo hago dura”.
Pero, ¿qué entendemos hoy en España por derecha e izquierda? Simplificando al máximo, diríamos que la diferencia principal reside en el papel que unos y otros otorgan a lo que llamamos Estado, es decir, al conjunto de instituciones, mecanismos y organización que hacen que un país funcione. ¡Cuando funciona!
La derecha piensa que el señor Estado debe dejar que el ciudadano (sí, tú) tenga la mayor libertad y oportunidades posibles para trabajar, emprender, buscarse las habichuelas…, de manera que quien más se esfuerce obtenga mayores recompensas. Y para conseguirlo, se les da también libertad a la economía y al mercado para que puedan regirse por sus propias reglas.
Por el contrario, la izquierda piensa que el señor Estado debe tener un papel de moderador o árbitro (como los del fútbol, pero sin pito), de manera que pueda intervenir para corregir los desequilibrios que se producen tanto entre los ciudadanos como en el propio mercado. Y para lograr esa distribución de la riqueza, el recurso principal es aplicar mayores impuestos a quienes más tengan para compensar así a las clases más desfavorecidas.
Es decir, que la derecha apuesta por un mayor desarrollo económico del país mientras que la izquierda lo hace por una mayor igualdad entre la diferentes clases sociales. Dicho de otra forma, las políticas de derechas son más económicas y las de izquierdas, mas sociales.
¿Qué es mejor? Pues como en todo, ambas tienen sus cosas buenas y sus cosas malas. Precisamente por eso no se entiende que no haya una mayor apuesta de nuestros políticos, de una vez por todas, por posturas más flexibles, que sean capaces de inclinarse a la derecha o a la izquierda dependiendo de las circunstancias y no se queden siempre instalados en su zona de confort. Tal flexibilidad haría todo más sencillo a la hora de negociar en momentos como el que ahora vivimos.
Pero no hay manera, aquí los partidos no se mueven ni a empujones, ni con la Yenka ni con la Rosalía. Por eso los posibles acuerdos, cuando los hay, solo se producen – salvo excepciones muy contadas – entre partidos de izquierdas (como están intentando el PSOE y Unidas Podemos para formar Gobierno) o entre partidos de derechas (como han hecho PP, Ciudadanos y Vox en diferentes comunidades autónomas y ayuntamientos). Lo hacen todo muy “malamente”.
“Y si es mentira, que me maten”.
Estado: conjunto de instituciones y mecanismos que reguilan la organización política de un país. “Estado” se diferencia de “Gobierno” en que el segundo es el poder ejecutivo del Estado, y por tanto, es una parte de él. En el caso de España, el Estado sería la manera de organizar el funcioamiento de la nación; el Gobierno serían el presidente y sus ministros, que cambian cada vez que hay elecciones.